El Mito del Valle del Patía



En tiempos inmemorables, el Valle del Patía no tenía vegetación. Todo estaba cubierto por agua formando un tranquilo lago cuyas orillas lamían los pies de las cordilleras central y occidental. En el agua bailaban variedad de peces multicolores, rebosantes de alegría y desde la cima de las montañas, los habitantes de la tierra recreaban su mirada observando su verde aguamarina.

Todos los días, cuando el sol se detenía en el centro del cielo, las aves de la cordillera central y occidental se ponían de acuerdo para cambiar de cordillera. Entonces volaban sobre el agua, entonando rítmicas tonadas que dieron origen al bambuco patiano. Las aves, al entrecruzarse formaban una policromía preciosa, para que el alma del lago se llenara de emoción.

Pero la maldad ha existido siempre. No se sabe de donde vinieron dos monstruos grandes y grises, con una trompa enorme, llena de afilados dientes y miles de patas. Estos monstruos se internaron en el mar y devoraron los peces de colores. Luego, cuando las aves realizaban su espectáculo, los monstruos saltaron, atrapando a muchas mientras volaban y ahuyentando al resto con su voz ronca como de trueno. Posteriormente, comenzaron a nadar de norte a sur y de sur a norte, bordeando las cordilleras y empezaron a beberse el agua.

Después que se tomaron toda el agua los monstruos se hincharon. Con sus patas y sus hocicos abrieron dos tremendo huecos, se enterraron y se quedaron dormidos. Entonces, de sus fauces comenzó a brotar agua a borbotones que con el tiempo se fue mermando. El agua que salía de la boca de los dos monstruos dio origen a los ríos Patía y Guachicono. Estos ríos bordean las cordilleras Occidental y Central, formando una especie de collar alrededor del Valle.

No se sabe si los monstruos continúan durmiendo en las profundidades de la tierra o si están agonizando, así como agoniza el agua de los ríos. Lo que sí se sabe es que no pudieron arrancarle la belleza a ese suelo, porque en el valle creció mucha vegetación. Como los monstruos tenían millares de patas, de cada una de ellas nacieron ceibas, samanes, tamarindos, almendros, totumos y todo tipo de árboles.

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